1

LA TRANSEXUALIDAD NO ES TRASTORNO NI ENFERMEDAD, LA TRANSFOBIA SI.POR TODOS NUESTROS DERECHOS Y DIGNIDAD,Y POR LOS DE TODO EL COLECTIVO LGTB.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

"Nacer transexual es una putada"

http://www.deia.com/2010/11/28/sociedad/nacer-transexual-es-una-putada
A PUNTO DE CUMPLIRSE UN AÑO DE LA PRIMERA CIRUGÍA DE REASIGNACIÓN DE SEXO DE OSAKIDETZA, LOS VIZCAINOS IAN Y ARES CUENTAN LO MUCHO QUE HAN SUFRIDO ATRAPADOS EN CUERPOS DE MUJER

BILBAO
SI alguien duda de la diligencia de los Reyes Magos, ese debe ser Ares Piñeiro. "El primer regalo que les pedí, con cuatro o cinco años, fue un pitilín y así todas las navidades". Aún lo sigue esperando, pero apuntado a la lista de un hospital. Al menos ahora ya no se tiene que estrujar el pecho, como hacía de adolescente, cuando por mucho que se apretara las vendas oprimía más el corsé de la sociedad. También Ian Manzarraga sabe lo que es vivir atrapado en un cuerpo de mujer, asfixiado por una faja lumbar con velcro y la losa de la incomprensión. "Nacer transexual no es ningún capricho, es una putada", dice.
ARES PIÑEIRO > SANTURTZI
"Lo peor es el "bullying", que te llamen marimacho o tortillera"
Tenía claro que era un niño, pero miraba a sus primos en la ducha y a él le faltaba algo. Por eso se lo pidió, una y otra vez, a los Reyes Magos. "Mis padres lo achacaban a juegos de niños. Como estaba todo el día con los tatos... Pensaban: Ya se le pasará". Pero se equivocaron. Y a Ares le llovieron insultos en el patio. "Lo peor ha sido el bullying en el colegio, que te llamen marimacho, chicazo o puta tortillera de mierda cuando ni eres tortillera ni nada que se le parezca. Yo soy un hombre y me gustan las mujeres", aclara y pasa de puntillas por su dolorosa adolescencia. "Llegué a la pubertad y mi vida fue un caos porque mi cuerpo iba hacia un lado que yo rechazaba totalmente". Tanto que lo amordazó. "Ahora hay camisetas para ocultar el pecho, pero cuando yo tenía quince años no había nada, así que me ponía vendas y apretaba al máximo para que no se viera ni un ápice. Me asfixiaba, me quedaba hasta morado", recuerda. Constreñido, se encerró en sí mismo. "No quería hablar con nadie, adopté una actitud de rebeldía y de romper todo y me echaban del colegio. Fui un niño bastante inquieto y movido".
A punto de alcanzar la mayoría de edad, Ares vestía totalmente de chico. Incluida la ropa interior. "Las familias no quieren verlo, tienen miedo, pero mi madre tenía que saberlo porque yo sólo metía calzoncillos a la lavadora". La evidencia la confirmó años más tarde por pura desesperación. "Un día decidí que no podía seguir así, no aguantaba más y lo dije en casa. La verdad es que sigo sorprendido porque mis padres son muy mayores y su reacción fue darme un abrazo y ayudarme en mi transición. Luego fue luchar y hasta hoy", resume, entre sorbo y sorbo de su café con hielo, en un bar de Santurtzi.
Por "miedo a la sociedad", Ares no decidió abandonar su crisálida hasta los 32 años. "Busqué ayuda, pero no había asociaciones, ni los médicos sabían de qué estaba hablando. Me miraban como si fuera un bicho raro", afirma. En un gabinete sexológico vio la luz, comenzó un tratamiento psicológico y empezó a hormonarse. Como entonces no había Unidad de Género en Euskadi, le derivaron a la de Málaga, donde está en lista de espera para operarse los genitales. De las mamas se deshizo en una clínica privada de Bilbao, previo pago de 6.000 euros, y el útero se lo extirparon hace un par de años en el hospital de Cruces. "La operación que me queda es la más complicada porque me tienen que quitar un músculo del brazo, hacer una uretra y reconstruir un pene. Tienes que usar una prótesis para que se ponga erecto, pierdes la sensibilidad y te sirve como mucho para mear, pero aun así lo hacemos. Preferimos hipotecar esa vida placentera y podernos mirar a un espejo". Ian asiente. "Yo también prefiero la vista que el placer. Aunque no pueda disfrutar de mi sexo, quiero verme bien", suscribe, consciente de que resulta difícil de entender.
Pese a pasar más desapercibido que una mujer transexual -"en cuatro o cinco meses de hormonación empezamos a tener nuestra barba y la voz nos cambia"-, también Ares ha sufrido "bastantes baches en la vida, sobre todo a la hora de buscar trabajo, porque desde que haces la transición hasta que puedes cambiar el DNI son dos años en los cuales tu imagen no se corresponde con la del carné. Queremos que ese tiempo se acorte a seis meses", reivindica el secretario de Errespetuz, asociación que agrupa a 40 personas transexuales de todo Euskadi.
Desde septiembre Ares trabaja como chófer y sus compañeros desconocen su historia. "Se enterarán al ver el periódico, pero qué vas a hacer, prefiero que se vaya visibilizando que somos personas normales, que tenemos un trabajo, porque siempre nos vinculan con la televisión, el espectáculo, la prostitución y todo ese circo mediático".
IAN MANZARRAGA > BILBAO
"Poco a poco me saldrán vello, barba y entradas, y yo, feliz"
De pequeño jugaba con los coches de su hermano y no había manera de ponerle un vestido. "Cuando iba de compras con mi madre acabábamos llorando. No te llevo más. Ya te pondrás lo que hay en casa, me decía. Para mí ir de chica era como ir disfrazado". Con apenas diez años a Ian Manzarraga le diagnosticaron trastornos de identidad. "Yo les repetía que me sentía chico y no había manera. Es muy difícil explicar a la gente que nacemos así y punto". Tan difícil que ni los expertos le entendían. "Llevo desde los diez años con psiquiatra y hasta hace poco me decía que me tenía que dejar el pelo largo y vestirme de chica. Yo cada vez me volvía más loco y así llegué al intento de suicidio, porque no veía una salida. Decía: Yo no puedo ser chica, así no soy feliz. Para eso prefiero no vivir".
Vestido con ropa ambigua primero y masculina después, Ian también tuvo que aguantar "los típicos comentarios de marichico y chicazo" y hasta su familia le animaba a "ser más femenina y pintarse el ojo y el labio". Se sentía desgraciado. "Pensaba: con toda la gente que hay y me ha tenido que tocar a mí". Tenía veintitantos años cuando, preso en un cuerpo que su cerebro rechazaba, trató de poner fin a tanto sufrimiento quitándose la vida. "Ahora pienso que fue una locura. Mi familia dice que tenía que haber contado antes lo que me pasaba. Es una pena que haya perdido tantos años, pero ha tenido que ser así".
Temeroso de la reacción de sus padres -"después del intento de suicidio quedaron muy tocados"- Ian no se sinceró con ellos hasta el año pasado. "En cuanto se lo dije a mi ama, me dio un abrazo y me preguntó: ¿Eres feliz? Sí, ahora sí soy feliz. Pues adelanteYo sabía que te pasaba algo, pero no sabía ponerle nombre, me dijo. Yo sí sabía ponerle nombre, pero no me atrevía".
Soltado el lastre del secreto a voces, Ian empezó a sonreír. "Mis padres me dicen: Ahora tienes el ojo alegre, quieres salir, tienes amigos... Creo que para ellos es beneficioso porque te ven más feliz", concluye, pero advierte que no todo es un camino de rosas. "Ellos tenían una hija. Yo nunca me he considerado la niña, pero para ellos lo era. Ahora pierden a esa niña y, aunque eres la misma persona, es un duelo que tienen que pasar y asumir".
A sus 39 años, Ian cree que ya ha sufrido bastante. Por eso, en septiembre se operó del pecho en una clínica de Barcelona para no tener que esperar más. "Aguantar dos años más con fajas, al final te destrozas el pecho, la espalda, la piel y todo. Nos apremia mucho quitarnos eso, nos molesta", reitera. Las cicatrices, en cambio, son bien recibidas. "Son heridas de guerra", señala, y detalla las intervenciones que le faltan. "La histerectomía me la haré en Cruces y la genital esperaré un poquito a ver si van saliendo cosas nuevas y mejora". En este periodo de transición, sufre pequeños inconvenientes. "Yo ahora, en un gimnasio, ¿a qué vestuario voy? Por mí iría al de chicos, pero reconozco que puede haber quien se sienta molesto. No debería de ser, pero bueno, son daños colaterales y cada uno los lleva como puede".
Taxista de profesión, Ian ha avanzado a su clientela los cambios que se avecinan, tras empezar a hormonarse hace un mes. "Poco a poco me irán saliendo vello, barba y entradas y yo, feliz. No es plan de que en unos meses vaya a buscar a algún cliente y diga: ¿Qué pasa aquí?Yo se lo voy explicando a todo el mundo y lo han aceptado. No he perdido ni un cliente por ahora y espero no perderlos. Soy la misma persona, conduzco igual", subraya, por si alguien dudara de ello.
Echar una mano a otros transexuales le ha animado a darse a conocer. "Lo que más me ayudó a mí a dar el paso fue conocer a gente como yo, que no fuera de la tele, como Nicky o Amor". Ahora Ian sólo aspira a ser "un chico normal". "He vivido casi 40 años mal. Lo que me resta de vida quiero ser feliz".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por publicarlo. Un saludo. Ian

Entrevista a Mar cambrolle, presidenta de asocianción transexuales Andalucia (ATA)

Google
Powered By Blogger